Juan Carlos Viera es Doctor en Misionología del Seminario Teológico Fuller, ha servido a la iglesia como departamental y presidente de campo en todos los niveles, cuando escribía este libro era Director del Centro White, también escribió, La iglesia y el mundo y los Adventista del Séptimo Día en América Latina, texto que se uso como material de estudio del SALT por varios años.
En La Voz del Espíritu, se intenta dar razones para comprender y afirmar la confianza del creyente en el proceso de la revelación del mensaje perfecto de Dios al mensajero humano e imperfecto, haciendo referencia de forma especial a Elena G. de White, se expone este tema con dicho propósito en siete capítulos.
Se inicia con la premisa de que Dios es soberano, esta soberanía se manifiesta aun en la elección de un grupo especial de personas a las que se revelará y las que cumplirán la misión de profetas para su pueblo, siendo ellos los únicos enseñados de forma directa y clara por el Espíritu Santo, por esta razón el mensaje escrito de estos humanos se torna en el único mensaje confiable, ya que no muestra conclusiones o percepciones humanas, sino consejos y orientaciones divinas, en este sentido la palabra profética se convierte en una palabra superior a todas las otras.
Por otro lado el instrumento humano siempre será deficiente, y el ser elegido por Dios para esta función no lo convierte en infalible, por lo tanto nuestra fe en su mensaje no debe ser basada en su accionar o conducta sino en la elección hecha por Dios, es importante comprender que aun en sus palabras y escritos pueden evidenciarse la imperfección humana, y es entonces que se debe recordar que no son las palabras las inspiradas, sino los hombres y mujeres que escribieron dichas palabras los inspirados, esto es también aplicable a la profeta moderna, Elena G. de White.
La presencia Divina, en la vida del profeta a través de teofanías, visones, ángeles, fuerza sobre natural y otras manifestaciones similares, no es siempre necesaria para que Dios haga llegar su mensaje a su profeta, pero cuando Dios usa estos medios lo hace para confirmar la fe de los que rodean al profeta.
La historia de la humanidad no siempre es registrada por un profeta, pero cuando éste o ésta lo registrada, pasa de ser simple historia para convertirse en el mensaje de Dios aunque en algunos casos, las palabras y las investigaciones históricas no hayan sido hechas exclusivamente por el profeta de Dios, y hayan sido hechas por algún otro historiador, que el profeta cita en sus escritos.
Uno de los propósitos de Dios para comunicarse con el hombre es la corrección y estos mensajes pueden llegar en forma de libro o simples cartas y no por ello dejan de ser el mensaje de Dios, esto es evidente en las miles de cartas escritas por Elena G. de White que aunque no tengan textos inspirados tiene un mensaje revelado e inspirado por Dios.
Todo el que interpreta el mensaje de Dios se convierte en un hermeneuta, sin embargo existen principios que deben guiar este proceso, tomando en cuenta que la interpretación no es de uso privado, sino que es el cuerpo de Cristo, la iglesia la que al fin de cuentas debe determinar la interpretación del mensaje divino.
Es por demás reconocer la vasta experiencia y el conocimiento del tema por parte del autor del libro, sin embargo el abordar una gran cantidad de temas, con un escaso apoyo bibliográfico, hace muy poco erudito este material, llegando a darse respuestas superficiales y no plenamente satisfactorias a los problemas planteados por el autor, como es el caso de los 6,000 años de la tierra, el aparente plagio o la aparente ayuda de parte de otros escritores para completar los libros publicados por Elena G. de White.
Esto mismo hace que se coloquen afirmaciones muy poco probables o hasta contradictorias en cierto punto a la enseñanza general del texto sagrado, una de ellas dice: “Es posible que algún día la ciencia moderna verifique y acepte la historia bíblica y descarte las teorías evolucionistas” (63)
